Las voces que retumban
Voces desconocidas.
Voces de costumbre.
Voces descubiertas.
Voces que indican tranquilidad.
Otras, que suenan a desasosiego.
Voces que nos rondan,
que nos ayudan a pensar,
que nos ocultan,
unas que nos lanzan a la batalla
y otras que nos rodean con cariño.
Todas y una, una y tantas…
¿Cómo saber cuál elegir según el momento?
¿Según la persona?
¿Según la mujer?
¿Cómo encontrar el matiz sonoro que me permita ser quien soy con fluidez?
¿Cómo lograr la interpretación de mi vida a través de mi voz, sin hacerme pequeña o grande cuando no tengo que serlo?
¿Cómo lograr el tono que inspire un trato igual con otras?
Con tantas preguntas, muchas sin respuesta, muchas sin que tengan que responderse, la vida nos va llevando al espacio en el que el piano cobra sentido y logra ser estable en un encuentro certero, vibrante y mágico, en el que la ternura aflora porque no tiene que esconderse; porque ese espacio o ese momento se siente seguro, tranquilo y ameno.
¿Y qué es esto sino los brazos de otras? La calidez de nuestras amoras, de nuestras hermanas, de nuestras amigas, con quienes resonamos y creamos melodías que nos llevan a volar.
Y entonces volar no es solo ir más allá de las nubes, volar es también saltar, emocionarse, creer que nuestra voz es parte fundamental del todo, que nuestra voz resuena donde tiene que resonar y que los significados que generan temor terminan en silencio de redonda con puntillo.
Las buenas melodías quedan en repetición y las malas, simplemente no suenan más.
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