De la vida real
Cami debía escribir un cuento para su clase de español y, para encontrar inspiración, acudió con su mamá, que le respondió mientras preparaba un platillo para la cena. Le contó sobre una pequeña niña, en un reino maravilloso, que estaba creciendo en una casita llena de mujeres: sus mamás, su gatita, sus dos perritas que corrían todo el día de un lado a otro tras ella, sus tías y primas que pasaban días enteros llenando los cuartos de risas, abrazos, canciones y arrumaquitas. Esta niña, a los 5 años supo, de boquita de su prima de 7 años, que su tía era un hada (o mejor aun, ¡una bruja!) que hacía magia en casa, porque un día sólo había una mesa y sillas y al día siguiente todo era color: en el centro de la mesa había mandarinas, manzanitas, guayabas y limones, una bolsa roja que tenía un pan riquísimo, y cada lugar tenía unas servilletas muy bonitas cada una hecha de muchísimas bolitas pequeñitas de cristal.
En el reino donde esta pequeña niñita crecía todas parecían ser familia en su casa, tanto que hasta ponían la misma cara cuando llegaba a visitar algún extraño. Le hacían saber que la amaban porque siempre le hablaban y la escuchaban, la abrazaban mucho y le cantaban. Eso la hacía particularmente feliz, tanto que ya ella había comenzado a componer cancioncitas para su gatita que siempre buscaba mimos entre las piernas de todas. Además, su vida parecía una constante aventura relatada por todas esas mujeres, en la que a donde fueran cuando viajaban o platicaban, siempre había comida rica y más mujeres amorosas.
Las mamás en este reino eran muy felices. A menudo, mientras ella corría, jugaba, bailaba, cantaba y construía recuerdos de libertad con otras niñas que vivían igual que ella, escuchaba a las suyas hablando con las tías y las amigas sobre lo increíble que les parecía su vida, llena de amistad, compañerismo, confianza y el amor que compartían entre todas. Entre mujeres que se construían, se acompañaban y se sentían dichosas por ser parte de eso.
Al terminar de hablar, la mamá buscó los ojos de Cami que lloraba mientras sonreía, feliz de ser la protagonista de ese cuento.
* Escrito por Itzel Nallely
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(Sin nombre) Bijou Karman |
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