Montañas prometidas

Martina estaba muy emocionada por la presentación que tendría junto a Laura el último viernes del mes. Nunca había hecho algo así, y le alegraba poder compartirlo con una amiga tan querida. Y aun cuando cada una estaba ensayando por su cuenta, cuando se veían lo practicaban todo, bailaban un poco, reían, parecían estar en la misma sintonía, estar de acuerdo en casi todo y poder confiarse todo…
Tres días antes de la presentación, Laura no llegó al ensayo que habían acordado, ni tampoco respondió cuando la llamó Martina. Y así transcurrió el día siguiente. El jueves, un día antes del evento, Martina fue hasta la casa de Laura para averiguar cómo estaba, y si se podía, qué pasaba.
Al ver llegar a Martina, Laura comenzó a decirle lo incómoda que se sentía con la presentación, con la música, el vestuario, el baile y también con el horario. Martina no supo qué decir, se sintió muy confundida, su preocupación de pronto se convirtió en enojo y su tristeza en decepción. No había nada qué hacer, la presentación se llevó a cabo como habían acordado pero no hubo celebración, ni foto, ni abrazo de felicitación y agradecimiento.
Ara y Paola, dos amigas de Martina, que habían sido vecinas, habían llegado sin avisar a la presentación, y al verlas su sorpresa fue enorme, tanto como el abrazo que les dio al bajar del escenario.
Ellas la felicitaron por lo que había hecho, ¡qué valiente! ¿No te dieron muchos nervios? ¡Estuviste fabulosa! ¿No te dolió ese gran salto? ¡Qué bonito tu peinado! ¿Nos veías con esas luces tan fuertes? ¡Brillabas con ellas!
Ninguna sabía que Martina se sentía tan preocupada por todo lo que no le gustaba a Laura, ni que no había tenido oportunidad de cambiarlo pero con sus palabras le recordaron que las conversaciones sólo se dan cuando  hay quien habla y quién escucha…
Y mientras se perdía en sus ideas, Ara propuso ir a cenar y Paola las invitó a su casa, para poder platicar hasta tarde.
Martina acepto todo; durante toda la velada se dejó abrazar por el amor de sus amigas, la reconfortó su confianza al hablarle de lo que ellas percibían, la abrigó la certeza de una honestidad compartida, y cuando se quedó dormida soñó con el viaje a la montaña del que tanto hablaron una vez más, segura de que harán que suceda.





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