Lesbiarañas

Recuerdo la primera vez que las vi. Mis patas largas temblaban, me acerqué cuidadosa de no dejar en sus hilos las gotas de agua que guardaban las puntas de mis tricobotrias, pero fue inevitable. Con pena, vi cómo una gota se escurrió y siguió el trazo de uno de los hilos; temerosa, la vi extenderse hacia adentro; nerviosa, seguí la gota con los ojos. La perdí cerca del centro, la busqué con cuidado y sólo entonces me percaté de la belleza de los hilos. He de confesar que me sorprendió su fortaleza; pese a ser tan finos, casi transparentes, ninguno se rompió. No encontré mi gota, en cambio, apareció ante mis ojos la magia: los hilos refulgían cuando el sol los atravesaba. Me dio pavor pensar que la humedad de mis patas pudiera estropear ese hilo transparente tornasoleado. Me sentí un poco mejor cuando voltee y me di cuenta de que en otros espacios de la urdimbre había otros rastros de agua, perlas minúsculas, diminutas, que parecían flotar, que colgaban de la red sin modificar su estructura. Una voz se oyó a lo lejos: —Tres minutos, compañeras—. Seguí el sonido y las vi. Tejían con tanta velocidad como destreza. —Un minuto más—. La voz instigadora de nuevo. Algunas sacudían sus patitas, se tallaban rápidamente la cabeza, retomaban los hilos y volvían con más entereza a la tarea. Cuando terminaron, tomaron uno a uno los bastidores, los vaciaron y colocaron las piezas nuevas sobre las secciones mullidas de la red. Me sedujo el brillo de ese hilo, me atrapó su fortaleza. Al poco tiempo, me descubrí tejiendo olanes que colocamos a la orilla de la red cuando hablamos de las crías. Parecía un trabajo interminable; apenas un par de veces extendimos los límites; casi todo el trabajo se nos iba en fortalecer las partes que se hundían. Luego me di cuenta: el nuestro no es un trabajo interminable, es un quehacer eterno. Escritejemos para acompañarnos, para escucharnos, para tejer pisos firmes que sólo puede ser caminados por aquellas que tienen patas como las nuestras, pues sólo nosotras las lesbiarañas sabemos cómo mirar la red para tener caricias tornasoles sin que los hilos se enreden en nuestras patas como lo hacen en las de los apropiadores. Nosotras, lesbiarañas tejemos, brincamos en los hilos para festejar con Luz, nosotras, lesbiarañas amarramos nudos firmes para que Ren pueda descansar envuelta en hilos brillantes y cálidos.






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