Cuántas cosas
I
Mity la llamaron siempre en la casa y en la escuela, nunca había conocido otro nombre para ella más que Mity. Su maestra de tercer grado de secundaria le prometió el certificado ese mismo mes: “Domitila Rodríguez Martínez” decía el papel, por si quisiera seguir estudiando. Sus dieciocho años marcaron el fin de una vida entre milpas, gallinas, leña y sus tres cuadernos.
—Te toca ir a trabajar como tus primas, ya estás grande hija— dijo su madre. Aunque Mity aún era pequeña de tamaño.
Así que Mity guardó faldas, blusas, sus mejores zapatos y listones de colores para peinar su enorme y pesada melena. Y así, con la nostalgia de los tonos verdes de su pueblo, con la lengua que aún no domina por completo, ése que no aprendió muy bien ni con coscorrones en la escuela, con el hilo de sangre que acaba de conocer y que ahora lleva entre las piernas, así, Mity emprende su viaje a Nëë winm, la gran ciudad, la Ciudad de México.
Allá la esperan sus dos primas en la terminal de autobuses, se parecen mucho a ella, sólo que ahora usan pantalón de mezclilla.
—Tú también vas a querer comprarte unos— le advierten riendo.
Abordan entonces un taxi que las llevará a una zona de mansiones.
Y un lunes Mity es presentada con su patrona:
—Señora Humiel, ella es Mity, mi prima, la que va a trabajar con usted—.
—Espero que sea trabajadora, porque ya ves que luego salen flojas—.
—Ella sí sabe trabajar señora, va a ver—.
—Pues pásate niña, porque hay mucho trabajo—.
—Espero que sea trabajadora, porque ya ves que luego salen flojas—.
—Ella sí sabe trabajar señora, va a ver—.
—Pues pásate niña, porque hay mucho trabajo—.
Una vez adentro, Mity recorre con la mirada las suntuosas escaleras, los espejos, la duela lustrada, el enorme jardín del fondo.
—¡Veniciaaaa!— grita la patrona.
—Mande— responde una muchacha que llega corriendo.
—Ella es tu nueva compañera, llévala al cuarto para que guarde sus cosas y después le empiezas a enseñar lo más importante, empiecen por la campana de la cocina. Le das un uniforme, aunque le quede grande—.
—Sí señora… Ven conmigo— dice dirigiéndose a Mity.
Mity no está segura de lo que acaba de escuchar, está nerviosa. “Creo que aquí también hay campanas” piensa rápidamente.
Venicia es alta y regordeta, su pelo es negro y lacio, sus ojos son enormes y le brillan los labios. “Pinturas brillosas que se usan acá”, piensa Mity.
—Mande— responde una muchacha que llega corriendo.
—Ella es tu nueva compañera, llévala al cuarto para que guarde sus cosas y después le empiezas a enseñar lo más importante, empiecen por la campana de la cocina. Le das un uniforme, aunque le quede grande—.
—Sí señora… Ven conmigo— dice dirigiéndose a Mity.
Mity no está segura de lo que acaba de escuchar, está nerviosa. “Creo que aquí también hay campanas” piensa rápidamente.
Venicia es alta y regordeta, su pelo es negro y lacio, sus ojos son enormes y le brillan los labios. “Pinturas brillosas que se usan acá”, piensa Mity.
—¿Cómo te llamas?— pregunta Venicia.
—Mity— responde ella.
—Mucho gusto, yo me llamo Venicia, pero me dicen Veni— dice y sonríe.
Mity sólo sonríe.
—¿De dónde eres?—.
—De Oaxaca—.
—Ah yo soy de Puebla, ¿tú hablas dialecto? Porque yo nada más hablo español—.
Mity dice —hablo un poco de español—.
—Ah bueno, no importa, aquí lo importante es trabajar, no hay que hablar mucho. ¿Cuántos años tienes?—.
—18— contesta Mity —¿y tú?—.
—23— dice Veni sintiéndose maestra.
Veni le enseña a Mity cuál será su cama, compartirán el ropero y un televisor. Le explica poco a poco la dinámica del trabajo, de los horarios, de las arduas jornadas que les esperan, de los regaños del señor, de los berrinches de los niños, de los domingos libres en Chapultepec cada quinces días.
—Vas a aprender muchas cosas, yo ya me acostumbré— dice Veni —tengo un año aquí, si quieres te enseño bien el español, ¿quieres—.
—Sí— dice Mity.
Veni se pone de pie y va a abrir el ropero para sacar un uniforme, después se ponen a trabajar juntas, Veni le enseña a Mity todas las estrategias para terminar pronto cada quehacer, lo que debe contestar ante las preguntas de la patrona y detalles que no termina de entender porque hay palabras extrañas, pero la voz de Veni es dulce, melodiosa, como una canción que le cantaba su abuelita, como los primeros trinos de los pájaros en la mañana. Su sonrisa es enorme, y cuando ella habla, parece que corre el Río Blanco con sus aguas cristalinas. Su cabello parece la cola del caballo de Don José, tan precioso animal.
Mity observa sus movimientos al seguirla: “Así deben ser las reinas” piensa, quien recuerda algunos cuentos que venían en sus libros, “Las reinas son hermosas, con sus mejillas rosadas, sus labios brillosos y cintura de muñeca, como Veni. Sí, así han de ser”.
—Te voy contar algo— dice Veni —Rosa, la muchacha que estaba antes que tú, salió embarazada y la señora Humiel la corrió, le dijo “¡Qué asco! indias cochinas, nada más a eso vienen”. Rosa se regresó a su pueblo, porque su novio desapareció, pobrecita. Por eso yo mejor no tengo novio, ¿Tú tienes novio en tu pueblo?—.
Mity se sonroja, se tapa la boca con las manos y niega con la cabeza.
—Ah qué bueno, así podemos platicar de otras cosas—.
II
“Cuántas cosas le caben a un día” piensa Mity. “Pero me gusta trabajar con Veni”
—Otra vez dejaron sucia la tarja, ¡a limpiar! ¿Cuántas veces les tengo que decir que cambien la jabonera? ¡Esto sabe horrible, tráguenselo ustedes! ¡Condenada india, con que querías probarte mi vestido! ¡Te voy a descontar la copa que rompiste!—.
—Ay señora, es que ella todavía no sabe— dice Veni para defenderla.
—¿Entonces quieres que te la descuente a ti?—.
—Sí—.
La señora se esfuma refunfuñando. Veni se ríe en silencio. Mity se siente protegida, se siente acompañada y le agradece a Veni con una sonrisa. “¿Cómo se llamará eso que se siente bonito en la panza?” Se pregunta Mity.
Así llega la noche, y con el cansancio a cuestas, también llega el bendito descanso.
—Ya casi es domingo de descanso Mity, ¿quieres ir a pasear?—.
—Sí— responde —a pasear con las primas—.
—No, mejor ven conmigo—.
Mity sonríe, agacha la cabeza y asiente.
Entonces llega el domingo, Veni peina a Mity con broches modernos y salen juntas. Se suben al metro, es la primera vez para Mity, pero no para Veni, quien es toda una artista adentro de ese monstruo anaranjado. Veni sabe caminar entre la gente, sabe subir y bajar escaleras, sabe usar esos tubos metálicos….
Y llegan a Chapultepec, por fin aire fresco, árboles, veredas. “No es tan bonito como allá”, piensa Mity, pero me gusta. Veni le compra tres helados a Mity, porque le resultaron deliciosos. Después comen unas tortas con una delgadísima rebanada de jamón. Y corren, y juegan y se cansan. Mity se da cuenta que una inmensa masa de fuego le inunda el estómago, pero no sabe qué es, ni cómo se llama. Le gusta estar al lado de Veni, y se siente contenta, emocionada, como cuando la nombraron abanderada de la escolta, como cuando vio nacer a sus hermanitas, como cuando le dieron su certificado de sexto año, como el día que salió de su pueblo.
“¿Para qué buscan novio las muchachas?” Se pregunta Mity. ”¡Ay pues ha de ser para casarse!” Pero yo no necesito un novio, yo me siento muy contenta con Veni, si conocieran a Veni no quisieran tener novio.
Y se regresan a casa exhaustas y felices.
En la casa todos duermen y se dirigen a su cuarto. El cuarto es cálido y se recuestan en la cama de Mity. Veni le enseña unas fotos a Mity:
—Mira el día de mi cumpleaños, aquí está mi abuelita, ella es mi mamá, cuando fuimos a la capital de Puebla—.
Y de pronto, Veni está tan cerca de Mity que puede sentir su respiración, y ya no puede escuchar lo que dice Veni, sólo la observa y huele su aroma a jabón. Veni se da cuenta y deja las fotos en la mesita, entonces besa los labios de Mity, le acaricia la mano y otra vez la masa de fuego ataca sus entrañas, las revuelca, las destruye, las hace pedacitos, la consume toda. Y ya no es una masa, es un volcán que explota, un cerro tupido de verde, es el eps yüuk, el Cempoaltépetl que reverdece en primavera.
“Cuántas cosas le caben a unos labios”, piensa Mity. Veni le acaricia la frente, se va a su cama y le da las buenas noches. Y en pocos minutos se quedan dormidas.
III
—¿Cómo estás, por qué no has hablado a tu casa? Mi tía me mandó para ver cómo estabas, me dijo que a lo mejor estabas triste y te querías regresar, porque las señoras luego son muy malas. Que a lo mejor te querías regresar como Cuca, que estaba triste porque extrañaba a su mamá y a su hermana, que a lo mejor no entiendes bien el español y te quieres ir al pueblo. ¿Quieres ir mañana a pasear con nosotras?—.
Y Mity se da cuenta de que no está triste, que está contenta:
—Yo vine a trabajar y aquí me quedo, la señora es mala, pero Veni me enseña bien todo lo que tengo que hacer. Dile a mi mamá que no se preocupe, que no me voy a regresar y que tampoco voy a tener novio, que voy para la fiesta de junio. ¡Ah, y mañana voy a pasear pero con Veni!—.
Su prima se sorprende y se despide de ella.
Mity cierra la puerta, voltea y Veni está observándola mientras pule el piso.
“Cuántas cosas le caben a la ciudad”, piensa Mity, y le sonríe a Veni.
Comentarios
Publicar un comentario