Reencuentro
Años después me contó cómo vivió ese momento, ―al escuchar tus palabras, sentí un agujero en mi estómago―, me dijo.
Ese día fuimos a una asamblea comunitaria para hablar sobre el problema de la violencia sexual y qué hacer con los agresores. Fue una discusión larga y difícil.
De regreso a casa, con el cuerpo cansado, nos fuimos juntas a la sede de la organización. En el camino sentí que era un momento adecuado para hablarle.
―Estoy preocupada por vos. Han denunciado a Roberto en varios lugares, y me asusta que vos continúes la relación con él―.
Paró, paré y me dijo con voz seca ―no te metás―.
Apresuró el paso y cuando llegué a la sede se apartó de mí. Desde allí cortamos nuestra amistad. No volvimos a caminar juntas y poco a poco se fueron disminuyendo los mensajes, las complicidades y las comidas. Ella se sentía señalada y decidió retirarse de la organización.
Diez años más tarde, nos encontramos en un camino comunitario en las montañas de Xenacoj, ella iba en bicicleta y yo a pie con unas amigas. Bajó de su bici y me abrazó.
Me dijo al oído ―¿cómo nos dejamos llevar?, vos hubieras insistido y yo tuve que escucharte. Te extraño. Ya lo dejé y le advierto a todas las que conozco sobre él. Escuché que vos también lo hacés. Y me enamoré de una lesbiana―.
Nos vimos y sonreímos.
―¿Nos vemos para un cafecito y un purito?―
Sentí su cuerpo, abrazado al mío como cuando un tronco se adhiere a otro árbol muy cercano a él. Sentí su amor y mi amor por ella.
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