Las montañas y los colores en mi vida

Feliciana corre cuesta arriba, quería ver hasta donde aguantaba. Luisa, Carla e Ix’ya’ iban atrás contemplando las plantas y cómo el tiempo se sentía en esa montaña. Se tira al suelo con la respiración y el corazón agitado, cerró los ojos para sentir su pulso. Después de un rato, se sentó y allí venían las otras…

- Aquí estoy, vengan acá…

Apresuraron el paso, Luisa cuando se acercó, le dio una flor.

Feliciana volvió a tirarse para ver las nubes, quiso saltar sobre ellas, sentir su suavidad. Recuerda lo que aprendió en la escuela, su maestra había explicado el proceso del agua, el vapor y las nubes. Sonrió.

Carla le pasó una rodaja de sandía a todas. ¡Qué rico!

- Hoy quiero ir a jugar a la casa de Luna, ella me invitó. Vamos a pintar y hacer cosas con colores. Su mamá nos prestará sus pinturas.

- Yo te llevo, dijo Ix’ya’

“Los colores son tantos”, dice Carla mirando lo que tiene a su alrededor, “me gusta los diferentes verdes y cuando se entrelazan con los azules y blancos. Mirá el amarillo combinado con el rojo”, y le señaló la flor. “Sabés que ese es el ejercicio que hacen las tejedoras para la combinación de colores en los tejidos, salen a caminar al bosque y contemplan su entorno”.
Carla es la vecina y amiga de Luisa e Ix’ya’, mamás de Feliciana. Para Feliciana, Carla era quien le enseñaba cosas y podía preguntarle todo, en cualquier momento.

Poné atención a las palabras de Carla y recuerda con cariño la presencia de ella en su vida, “cuando estoy enojada, la llamó, cruzó la puerta y entró a su casa, ella me recibe con una limonada”.
Vuelve a poner atención en lo que están hablando y Luisa comenta “mañana estamos invitadas donde mi mamá, es su cumpleaños.”

Feliciana quiere darle un regalo y piensa en esa tarde de pinturas, podría hacer una cosita bonita para su abuela. Ella era una mujer contadora de historias, esas que cuando empiezan a relatar te quedás escuchando atentamente e imaginamos la historia. Ella especialmente habla sobre matemáticas, números. Despierta el amor a ellos y sus posibilidades.

Bajamos con cuidado, el sol nos pegaba en la cara y tenía calor. Imagino la limonada en la cocina de Carla y mi vaso favorito, un vaso en forma de rana.


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