Colonia Esperanza
Me encontraba sentada en la banca del parque, pensando qué podía hacer para cambiar de una vez por todas, la situación con el vecino.
En ese momento, vi la hora y recordé que ese día iniciaba mi curso de grabado.
Me levanto y camino hacia la parada del transmetro: “tengo que bajarme en el parque San Sebastián y caminar varias calles para tomar el otro que se dirige al Periférico.” Ya sentada en el bus, vuelvo a pensar en el vecino.
Durante el camino recuerdo con sorpresa a las tres mujeres que viven cerca y entró en conciencia que somos vecinas y sentí un alivio, “tengo que preguntarles si ellas también tienen problema con él”.
En el curso nos pidieron hacer una imagen de nuestra cotidianidad, y como tenía todavía esa sensación de asombro por no haber puesto atención en las tres vecinas, hice un trazo de nosotras cuatro y nuestro espacio, la colonia Esperanza. Me gustó. Me enamoré de esa sensación.
Al día siguiente, encontré a una de ellas en su huerto, sembrando.
La saludé, y ella, asombrada me contestó -“hoy estuvimos hablando de vos”-. Sentí la sorpresa y como se expresaba en mi cara. Ella continúo -“queríamos hablarte con Luci porque tenemos un problema con el vecino del 4B y supimos que también vos”-.
Sentí la conexión.
Hablamos y le comenté de la otra lesbiana que vive a la par de él y quedamos de juntarnos todas para solucionar la situación. Tres noches después fuimos a la casa de Luci y Margarita, nos pusimos de acuerdo en llevar comida para compartir y pasar bonita la noche mientras confabulábamos.
Entre risas, comiendo, tomando tecitos y cafés, nos contamos las vidas, conocimos sueños, tristezas y amores de las otras tres. Cuando nos dimos cuenta, ya era tarde, levantamos y limpiamos la casa, nos despedimos y les comenté -“ya no hablamos del vecino”-.
Acordamos entre las cuatro presentar una denuncia en el comité y hablar con más mujeres de la colonia. Y al darnos un beso para despedirnos, acordamos ir la próxima semana a la montaña.
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