Flores(siendo) rompiendo el concreto

Entre los camellones de una ciudad gris, grupas de flores silvestres crecían, floreciendo entre el humo, la contaminación y el excesivo ruido que provocaban todos los días, los terribles hombres de combustible fósil y hojalata. Ya era difícil para ellas, las flores silvestres, sobrevivir entre la falta de oxígeno, la escasez de agua y los suelos compactados y pobres en nutrientes de la ciudad, era aún más difícil de por sí crear, formar, crecer y compartir semillas, pero eran necias y fuertes, y entre pisadas, de vez en cuando florecían, de vez en cuando producían semillas, cuando las diosas nubes, lluvia y sol, les ayudaban un poquito.

Pero un terrible día, estos monstruos hombres fósiles de hojalata, comenzaron una cacería, cortar, arrancar, decapitar cualquier flor silvestre que creciera en las calles, entre los camellones de la ciudad gris, cualquier flor que osara a ocupar una grieta del concreto con la calidez y luminosidad de sus coloridos pétalos y verde follaje, pagaría y sería expulsada de ese espacio en el que sin pedirlo sobrevivía, y sería negada por tanto, a encontrarse con sus semejantas.

Al ver esta cacería, otra flores silvestres dejaron de flocerecer y de crecer su follaje por miedo a ser cortadas y arrancadas por los destructores hombres fósiles de hojalata, y por un tiempo, la ciudad gris se volvió aún más gris, ruidosa y contaminada, pues las pequeñas espacias que antes lucían verdes y con flores, ahora lucían desiertas y saqueadas.

Las flores silvestres no sabían muy bien que hacer, habían decidido esconderse para que ni ellas ni otras más jóvenes fuesen atacadas.
Pero lo que los terribles hombres de combustible fósil y hojalata no sabían, ni tenían manera de saber porque ellos no habitan esas espacias, es que las flores silvestres ancestras ya habían dispersado semillas que se habían ocultado entre las grietas de la ciudad, y que esas semillas eran valientes, que estaban latentes, que estaban vivas y con lo fuerte y necias que eran, habían germinado, que seguían rompiendo el cemento gris; no sabían que l
as flores ancestras no estaban muertas sino que vivían con sus saberes acumulados bajo la tierra, que sus raíces estaban vivas, llenas de saberes, que habían tejido redes con sus raíces que palpitaban por debajo de la ciudad, que mandaban nutrientes y cariña a las semillas que crecían dispersadas entre los huecos, que no estaban solas, y entre raíces tejidas, se encontrarían y se protegerían, que grieta a grieta, recoveco en recoveco irían destrozando el cemento, y lo que antes era un bosque y que fue asesinado por los hombres, reverdecería de nuevo... 

Entre flores silvestres ancestras nutriendo y protegiendo, comenzaron a observarse nuevas dientas de leona floreciendo, con sus pétalas amarillas como los rayos de sol, iluminando el camino para que todas se encontraran de nuevo, y flores temerosas salieran al encuentro, y entre todas, siendo flores muy necias, conquistaron el pavimento rompiéndolo, haciendo reverdecer el bosque de nuevo.





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