Te vi

Reímos y los ojitos nos brillan sólo de recordar nuestro primer encuentro, ¿Recuerdas querida mía? Seguro que si los demás lo supieran, dirían que fue amor a primera vista. Lo recuerdo: inicié mi primer día de trabajo y fue el momento de hablar con mi nueva jefa, Victoria, quien me comisionó la entrega de varias despensas en la camioneta de la empresa. La chapa estaba dañada  y se trabó la puerta.

—¡Oh no! ¿ Qué voy a decir?— Pensé con desesperación, intenté mil formas de abrir y todo falló. El último recurso fue avisarle a mi jefa y me llamó a la oficina.

—Pasa por favor, cuéntame Mariel.

Me sorprendí entre el temor de verle a los ojos y pensar en su regaño, no fué así; nos fuimos a buscar un cerrajero y, mientras reparaban la chapa, me invitó el desayuno. Es en este momento que ella se hizo transparente y yo me sentí tan cómoda… mi identidad la vi reflejada en sus relatos de vida; la alegría iluminó mis ojos y la risa plena se apoderó de mí; la genuina felicidad que me desbordaba cambió mis días. Estaba buscando mi identidad y la encontré al verme en tus ojos color marrón.

Nuestra rutina de viajar a las comunidades tomando nota de proyectos para mujeres y tus ideales para servir siempre a las mujeres me conectaron contigo, las largas charlas por senderos con la magia de amaneceres y lunas llenas  me unieron  a ti.

Y aquí estamos, corazón, en tu casa que huele a ti, tomando café, atenta a tus relatos, mi jefa y ahora amiga.

—¿Sabes? Me gusta estar en tu casa— mi voz es tímida y con un impulso de mi corazón desbordado.—Todos los días a tu lado son únicos y maravillosos—lo digo mientras mis ojos contemplan su emoción y su risa nerviosa.—¿Será? o ¿Será que estás confundida?—Me quedó fría.—¡No, eso no!— Exclamo con la angustia en mi voz. 

Continúa con cierta calma, mientras mueve sus manos que expresan diálogos al mover los dedos siendo y haciendo magia lo que tocan —¿Será que estás como las palomillas girando alrededor del foco, hipnotizadas por la luz que las deja sin ver más allá?—La escucho y mi corazón brinca en mi pecho. Quedé muda, tardé en procesar esa idea. Hemos compartido tanto y no ha sido fácil a los ojos de los demás. Pienso en lo increíble de coincidir contigo, mujer, y que sea tan maravilloso vivir el amor.

La tomo de la mano y miro sus hermosos ojos color marrón…

—¿Has visto la transformación en mí?— —Sí.— Me dice y su voz es tierna. —Esa luz que me compartes, me hace brillar, ilumina mis dudas, me muestra el camino, me amo y te amo.
— Sonríe y sus ojos que me miran me dan amor, se levanta para servir más café y comparte del pan francés que le encanta preparar. —¡Está bien, corazón!— Sonríe mientras me mira. Somos afortunadas en coincidir y que  aceptes el amor que es para ti.

El amor viene en ti, mujer, mi amada Victoria, el mismo corazón nos hace vibrar. Ya no esperamos permisos para tenernos. Desde la ventana, miramos abrazadas al horizonte: las nubes cubren con tonalidades de un rojo intenso el cielo y el silencio hace paso a los latidos de nuestro amor. 

* Escrito por Gabriela Mejía

Fotografía de Gabriela Mejía


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