Esta boca es mía

A ella no le gustaba esa frase: “No tengas la boca abierta o se te meterá una mosca”.

Se imaginaba a la mosca dando vueltas cerca de su cara y, por el temor a tener que probarla, cerraba la boca tan fuerte que rechinaba los dientes al apretar sus labios para que la mosca se diera cuenta de que ahí no había forma de entrar.

Poco a poco, le fue preocupando cómo iba a comer, a hablar, a lavarse los dientes. Hasta bostezar le daba miedo, pero era muy incómodo intentar bostezar con la boca cerrada.

Comenzó a comer muy apurada y siempre pendiente de que no hubiera moscas cerca; si veía una, hasta el hambre se le iba. Hablar era un problema enorme; poco a poco, se fue quedando con todas las ideas que se amontonaban antes de poder salir. En algún momento, cuando se lavaba los dientes, pensó que el agua podía ahuyentar a las moscas; pero después pensó en lo terrible que sería que a alguna le gustara nadar y estuviera en el agua sin que se diera cuenta.

Un día, una voz en su cabeza le dijo fuerte y claro: “Eso te lo dicen para asustarte y para que no seas libre”.  ¿”Libre”? Pensó en lo curiosa que era esa palabra, y en lo bonito que sonaba. Y aunque tuvo muchas ganas de preguntarle a alguien qué significaba, el temor seguía ahí. Además, cada vez que preguntaba algo la respuesta era: “Porque sí”.

Un día, recostada en la azotea de su casa, mirando el cielo y sintiéndose tranquila, vio pasar muchos pájaros escandalosos y notó que, al hacer ruido, abrían sus picos y ninguna mosca entraba; cambiaban de dirección cuando querían.

Entonces se levantó y se puso a correr con los brazos bien abiertos, sintiendo el aire en su cara, dejando que el viento despeinara su cabello, ese cabello que a veces también le criticaban por rebelde y notorio. Esa sensación le fue restando el temor con el que vivía. Por fin pudo abrir su boca con gusto para gritar: “¡Soy libre!”

Y desde ese día, nunca más dejó que lo que le dijeran fuera más fuerte que esa hermosa voz que escuchó dentro de ella.

* Escrito por Ele Girasola