Mis ojos sueñan contigo

Mariel se mira al espejo haciendo gestos pícaros al modelar su suéter favorito, sonríe para sí, se reconoce hermosa, su sonrisa es espontánea y fresca, sus ojos brillan y sueñan, en eso se le va, en imaginar sus días al lado de amigas imaginarias y aventuras que aún no pasan. A sus diecisiete años aún habla sola cuando camina, se cuenta a sí misma las historias de amigas, de todas las mujeres que observa en la calle; su mirada se pierde  en los detalles de cada una.

—Miro a mis pies— se dice a sí misma mientras cruza el patio del colegio. —Tengo miedo, no conozco a nadie.— A sus diecisiete se siente sola, solita. Así inicia su primer día de clases.

Al entrar al salón solo encuentra un lugar vacío y, tímida, se sienta. Los ojos de Mariel hacen chispas al descubrir a su nueva compañera Susana con su sonrisa de oreja a oreja.

—Soy Mariel…— sólo eso salió de su garganta, más de su rostro  la emoción es total.

Así los días se transformaron de tímidas sonrisas a días enteros de ir y venir del colegio a casa de Susana; tantos momentos de ir tomadas de la mano entre risas y palabras en susurros que las hacen cómplices.

Un día, el brillo del sol se ocultó entre las grises nubes que desbordaba una gran tormenta; ese día, Susana le mostró a Mariel la tristeza más aguda que le punza el alma, la que rompe sus ojos en llanto, la que deja su cuerpo inerte y flácido sin vida. Hubo un monstruo que la  persiguió y acorraló en sus días de infancia, desde la oscuridad le robaba sus alegrías. Mariel se quebró y lloró  junto a ella sin saber qué hacer, la envolvió en sus latidos para darle vida, le susurró los sueños que antes tuvo, de amor entre amigas, le dijo que la ama y cuánto esperó para encontrarla.

Hoy Susana la espera como cada día, corre con los brazos abiertos al ver llegar a Mariel; ellas danzan en el pasto descalzas hasta caer exhaustas, acostadas miran el brillo del cielo entre las hojas de la jacaranda, sus miradas se enlazan desde el alma,  sus abrazos anidan sus secretos y son su refugio para bailar también en los días con lluvia.

* Escrito por Gabriela Mejía

Ilustración de Erika Lourenço

 

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