Los cánticos

En la aldea de las sirenas ruidosas, todas viven en libertad.  Solas o en grupo cantan, corean y hablan tan fuerte que el sonido de sus voces provoca cada ola de la mar. Como andan en la superficie, en cada capa de profundidad y en cada costa, las olas van y vienen en diferentes direcciones y alturas. Este poder, se dice, emana de su útera y el sonido sale desde su corazón, sus brazos, su voz, estómago, cabeza, entrañas, miradas, de todos lados.
Cuenta la leyenda que siglos antes, los que no poseían ese poder, no soportaron el sonido tan potente de sus voces, no comprendían las palabras y cánticos que evocaba cada una; se sintieron intimidados y planearon capturarlas, meterlas en cajas tan pequeñas y herméticas para que sus voces ya no provocaran las mareas y ya no pudieran  platicar y escucharse entre ellas.
Por los castigos y el sonido tan distorsionado de sus voces al estar encerradas, las sirenas, poco a poco, fueron dejando de cantar. Algunas resistieron cantando bajito para no olvidar su lengua y para no sentirse solas. 
Los sin útero así comenzaron a nombrarlos cuando vieron su incapacidadcreyeron aprender los cánticos y comenzaron a imitarlas para poder desplazarse usando las olas y para así conseguir más conquistas dentro de los océanos ¡Mala jugada! La luna no quiso hacer la conexión con la mar porque sabía lo que ocurriría.
Arrogantes, iniciaron el viaje y al poco tiempo se quedaron varados durante treinta y cinco días. Terminaron con lo que estuvo cerca de ellos, pelearon por territorio y propiedades y explotaron a las sirenas. A pesar de la situación tan peligrosa  y tensa en la que estaban las sirenas, entre miradas y señales se comunicaron, sabían que tenían que aprovechar ese momento para salir.
La preparación llevó mucho tiempo, había muchas cosas por hacer. Tenían que recordar las palabras olvidadas, otras tenían que retomar el volumen original de su voz, esto fue lo más complicado y lo que llevó más tiempo.
La luna y la mar conocían los planes de las sirenas, los habían escuchado por las noches mientras ellas lloraban y recordaban la libertad. Estaban listas para cuando las sirenas pudieran rememorar cómo era antes de la captura. En cuanto ocurrió, éstas no dudaron en mover las olas estrepitosamente. Con el oleaje de aquí para allá las jaulas se quebraron, las sirenas salieron y se miraron, estaban tan felices que el canto salió casi al unísono. De aquí para allá, los sin útero que no murieron ahogados, lo hicieron envenenados por su propia envidia. Las sirenas ruidosas viven en libertad , aunque listas para evitar de nuevo el cautiverio.
* Escrita por Shalom Granados
Ilustración de Valeria Hipocampo

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