Jarrón vacío

Hay silencio en el espacio.

Abismo.

Manos atadas.

Nudos en la garganta.

Llega el agua nueva a los floreros. En un inicio, el agua es fresca. Flores junto a otras flores, tranquilas, conversan. Llega una rama proclamándose flor. Algunas se le acercan, abrazan a la rama. El agua comienza a pudrirse; ya no caben espaciosas y tranquilas todas las flores. Las que rodean la rama sacan las espinas, las palabras feas. Absorben más agua y más energías. La rama está intacta. Poco a poco, las flores más alejadas se marchitan, van muriendo; incluso las más cercanas a la rama, sin darse cuenta, van entristeciendo, cayendo. 

Pasan los días, meses, años, las flores se pudren. El agua primero apesta como a podrida, luego se seca. Con el pasar de los años, las que fueron flores siguen siendo flores en forma de polvo que, al roce, se desvanecen, mientras la rama queda rama al fondo de un jarrón vacío, sin sentido, podrido y seco.

* Escrito por Monse, el 12 de noviembre del 2022

Dani Rose


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