Con-movernos
Me con-muevo. Puedo sentir esa preocupación que cargas sobre tu espalda nada más con verte a los ojos e imaginar el camino tan cansado que has andado para poder salir, para poder llegar, para poder reunir lo necesario…
Puedo, además, querer acompañarte.
Como imagino que fue para aquella mujer que veía dormitar a mi madre, mientras esperaba a que yo saliera de quirófano, y le acercó una cobijita que, al día siguiente supimos, ella misma había tejido y que terminó siendo uno de los obsequios más significativos de nuestra larga aventura médica.
Una mujer de origen cercano al nuestro, en un país ajeno y distante emocionalmente, que vio y se vio en el cuidado que otra daba a su pequeña hija y no pudo evitar ser tocada. Calor casi de hogar en un sitio desconocido, aun después de llevar años habitándolo, fueron una para la otra. La que abrigó y dio consuelo a una madre joven, asustada y aislada por el lenguaje. Y otra que le recordó a la primera, la calidez y la dulzura, el agradecimiento aun en limitadas condiciones: el origen.
Quizá para ambas la anécdota quedó grabada, sin duda fue así para mi madre que, aunque siempre fue una mujer noble y entregada, luego de eso fue aún más cuidadosa con su labor.
Además, es parte de las pruebas de la existencia de esa munda, otra, nuestra, con la que sueño; si dos desconocidas pueden hacerse sentir afecto unos minutos en medio de la maternidad y el capitalismo, entre nosotras todo es una posibilidad.
* Escrito por Itzel Nallely Cadena López
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Ilustración de Ave Carmín |
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